jueves, 16 de febrero de 2012

DISCRIMINACIÓN, RACISMO Y VIOLENCIA



EN MEDIO DEL ARROYO. ¿Discriminar la agresión?
Por: Laura Arroyo


El caso ya es conocido. Utilizo de pretexto la polémica desatada a partir de la discusión (que llegó a los golpes) entre el hijo de Celine Aguirre, conocida actriz, su grupo de amigos y una pareja en un cine limeño, para hacerme algunas preguntas que, confieso, no logro responder.

Me pregunto, por ejemplo, si se puede medir la agresión. Me pregunto si puedo definir si es más o menos agresivo gritarle a una persona “serrano de mierda” (un evidente y, lamentablemente, recurrente discurso racista) que, por ejemplo, escupirle a una persona en la calle solo porque me provocó. Me pregunto si puedo calificar como más agresivo golpear a mi pareja a insultarla todos los días diciendo que no vale para nada.


¿Podemos convenir en que sí se puede calificar un acto como más agresivo que otro? Si así fuera, ¿en función de qué lo definimos? ¿Qué variables consideramos para tomar esta decisión? ¿Deberíamos tomar en cuenta la edad del agresor? ¿Grado de instrucción? Y, por otro lado ¿qué sanciones aplicamos? Lo lógico sería también sancionar más drásticamente el evento más agresivo y más levemente el menos agresivo.


Sin embargo, las posibles respuestas no me terminan de convencer, tal vez porque creo, aunque pueda parecer exagerado, que la agresión siempre es agresión, venga de donde venga, sea del tipo que sea y tenga el resultado que tenga. La sanción puede variar, pero el juicio sobre ella es así de sencillo “agresión es agresión y está mal agredir”.


El caso del hijo de Aguirre ha despertado, sin embargo, lo que llamaré una “entibiada moral” por parte de quienes defienden al adolescente y quienes defienden a la pareja. Esta “entibiada moral” parece una muy mala broma pues ninguno de los dos bandos defensores puede justificar plenamente (al cien por ciento) la actitud de su defendido sin incurrir en una miopía voluntaria sobre lo ocurrido. Quienes defienden a los adolescentes, no tienen mejor argumento (falaz, evidentemente) que afirmar que se trataba de muchachos, de jóvenes, de ciudadanos que casi siguen siendo niños y, por tanto, podrían haber hecho algún comentario racista que se debe pasar por alto pues, “vamos, son jóvenes”. Quienes, de otra parte, defienden a la pareja, sostienen que los jóvenes son los principales agresores pues reaccionaron insultando a quienes les pidieron que guardaran silencio y, encima, utilizaron frases racistas. Justifican que llegaran a las manos casi afirmando (tácitamente) que ante frases como “serrano de mierda”, un puñetazo está justificado o, por lo menos, “entibiado”.


Pero vamos, ¿acaso a alguien le queda alguna duda respecto a la mala actuación de ambas partes? ¿Acaso entibiar la acción de uno o de otro funciona en este caso? ¿Qué clase de sociedad queremos o pretendemos alcanzar si en lugar de sancionar moralmente a ambos grupos involucrados tomamos partido como si se pudiera estar de acuerdo con alguno?


Ambos involucrados son culpables. Unos por expresiones racistas, que en otro país serían consideradas delito, otros por irse a los golpes. Ninguna acción merece nunca un comentario racista, del mismo modo que ningún comentario merece nunca un golpe. Me cuesta definir, en este caso, quién tiene más responsabilidad y qué agresión es más grave.


Lo más terrible me parece, honestamente, la toma de partido, como si algún grupo lo mereciera. En la misma línea, me sorprende la incapacidad de ambos involucrados para admitir que hicieron algo mal. La madre del adolescente agredido no ha mencionado en ningún momento que el comentario de su hijo, o sus actitudes (incluidas las de su grupo de amigos) fueron erradas. Del mismo modo, me sorprende que ninguno de los dos personajes que iniciaron los golpes afirmaran que estuvo mal caer en eso y lo justifiquen diciendo que no sabían que eran adolescentes. ¿Y si no lo eran?


Este caso muestra que el racismo es uno de los peores males vigentes en el país, pero también lo es la justificación de la violencia. Este último resulta aún peor pues relativiza el respeto al otro en función del contexto y sus acciones cuando debiera practicarse siempre.



Actualización (12:55 pm): La pareja involucrada en el escándalo, aceptó hoy que se exaltaron y que no actuaron bien. Ese ya es un avance. El error está cometido, pero el reconocimiento se acepta. ¿Veremos lo mismo del otro lado?


Actualización 2: Celine Aguirre afirmó también en ATV+ que la actitud de su hijo estuvo mal. Si bien ambos reconocimientos no fueron las primeras reacciones, se trata de un avance. No obstante, esto no quita el hecho de que la defensa de unos y otros siga siendo errónea o en todo caso, producto de una “entibiada moral”.





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